domingo, 8 de marzo de 2009

Satisfacción

por Rocktor Alegría

Me queda muy claro que como Médicos de la Risa no podemos hacer ningún regalo físico, aunque no tengo así de clara la postura hacia recibir algo material.

Creo que este fin de semana incurrí en ambas: pegué nuestra PRIMERA HUELLA en el hospital que visitamos, una calcomanía de risaterapia: vulpécula crux en la cajita-de-madera-para-poner-las-radiografías; y recibimos de un niño el más conmovedor, sincero e inocente reconocimiento que me han dado durante mi labor como idiota.


Jugamos con él la Dra. Coqueta Croqueta y yo, aunque más bien todo giró en torno a qué iba a hacer cuando regresara a su casa y la fiesta de cumpleaños a la que nos iba a invitar (el dibujo que parece caracol a su izquierda es un mapa de cómo llegar a su casa), después mi colega le hizo un pastel al que le sopló, y hasta dio mordida.

Antes de eso nos habían subido mucho la pila, porque mientras nos lavábamos las manos escuchamos el llanto de un niño al que corrimos a acompañar mientras le hacían una curación; sin darse cuenta a los pocos segundo ya había dejado de llorar y jugaba con nosotros acerca de su edad (¿6? ¿16? ¿3? ¿26?).

Después improvisamos un cuento acerca de la Iguana Rosada que quería ir a la playa para, con el Sol, volver a ser verde. Queríamos que participara la mamá de un niño en la invención del relato, pero él al darse cuenta de que su mamá no se lo sabía aportó su parte :D (al final la iguana hizo una gran amistad con un cochino y se quedó a vivir en la playa).

Descubrimos que el papá de otro niño tenía la cabeza llena de púas así que le vendamos (aunque Coqueta se excedió un poquito y le cubrió toda la cabeza dejándolo sin poder respirar ni ver), lo dimos de alta y le recomendamos a su hijo que al día siguiente ya se lo llevara a su casa.

Fue un buen día de emociones gratas, compañía sensacional y recuerdos inolvidables.

domingo, 1 de marzo de 2009

En la mágica selva

por Dr. Rocktor Alegría

Y en la regadera... intenté, traté, busqué por todas partes alguna mala experiencia, algún malsabor, un error, ALGO que pudiera dejar ahí... pero no la encontré. Simplemente ese día nos salió todo bien.

El día comenzó cuando nos vimos en el parque Juárez para comer todos juntos, ahí mientras esperábamos, tuvimos la oportunidad de conocer y convivir con dos jóvenes MUY talentosos, Homero y Cuau, que estudian la Licenciatura en Circo y que nos invitaron a practicar nuestros malabares con ellos.

El momento de jugar había llegado, estabamos Dr. Naso Rosso, Dra. Yayis Sasirnos, Dra. Coqueta Croqueta y un servidor caracterizándonos y disfrazándonos, pues el día de hoy la visita era temática y el motivo era muy atractivo: LA SELVA.

Yayis Sasirnos vistió un graciosísimo disfraz de changuita, Naso Rosso decoró su bata blanca a manera de verse como una cebra y Coqueta Croqueta como conejito... mala elección de disfraz, sobre todo cuando el cuarto compañero se viste de TIGRE! En la sala de espera se desató un juego muy divertido mientras acechaba y cazaba a la conejita que trataba de escapar de entre mis garras escondiéndose atrás de la gente o corriendo alrededor de las bancas; cuando se me perdía de vista preguntaba a los ahí presentes y hubo quien la protegía dándome pistas falsas, así como también los que la delataban, pero los más chistosos fueron los que me ofrecían su conejo del brazo para que no me comiera a la Dra. Coqueta!

Más tarde un camillero nos dio la oportunidad de conducir un carruaje real, en éste llevábamos a una reina muy importante que acababa de dar a luz al príncipe y lo llevaba en sus brazos, así que para la ocasión la cebra se comportó como el caballo que tiraba del carro y el tigre se volvió el cochero que la llevaron hasta el cuarto del castillo que le correspondía.

Después de eso, la changuita y el tigre se divirtieron bastante curando al papá de una niña, lo curaban del espanto y cuando se acabó la venda que usaban le regalaron el centro, que era un valiosísimo Totopo para que cuando la niña quisiera volver a jugar nos llamara.

Habrá miles de recuerdos de esta visita, pero lo que más me gustó fue la satisfacción que nunca había tenido antes de jugar con cada uno de mis hermanos narizones.

P.D. ¿Saben cuál es el verdadero nombre del "Tigre Toño"?...
Antonio

Naso Rosso tenía la bata llena de rayas, pero mientras nos íbamos las regaló
todas a sus pobres colegas que eran cebras albinas.


GRRRRRRRRRiquísimas!