lunes, 1 de diciembre de 2008

Visita del sábado

por Dr. Rocktor Alegría

¿Qué pasa cuando te vistes con la ropa más divertida que tienes y subes toda tu alegría y entusiasmo al coche? ¿Qué pasa cuando dos cuadras adelante se sube un hermano de nariz con su respectiva cuota de energía y buena vibra? ¿Qué pasaría si después pasan por otra hermana a su escuela y ella sube su locura e ingenio? Aun cuando hicimos una hora de tráfico en un tramo en el que usualmente no son más de veinte minutos; no queda otra cosa que hacer más que divertirse, comenzar a jugar con la gente que va fastidiada y aburrida en los coches de a lado y dejar salir al niño que tenemos dentro. ¿Se imaginan si al llegar al punto de reunión nos alcanza uno más que trae buen humor y cariño? Esto no puede pintar mal.

El resto, uno a uno fueron avisándonos apenados que no iban a poder ir... Riiiing/Flop... Riiiiiing/Flop... Riiiing/Flop...

Pero fue hasta que estuvimos los cuatro juntos, Dr. Llulvius, Dr. Naso Rosso, Dra. Yayis Sasirnos y un servidor y hasta que empezamos a divertirnos y carcajearnos como siempre, cuando nos dimos cuenta de que eramos el doble de los necesarios para cooperar alegremente; y el resultado fue la visita a hospital más bonita en la que he participado desde que soy médico de la risa, yo se que llevo muy pocas, que somos una nebulosa y que apenas iremos descubriendo lo maravilloso de éste mundo, pero en verdad fue muy especial: con muchos niños y la gran mayoría con una excelente disposición lúdica.

Estrené mis malabares, se armó una cascarita de fútbol, jugamos a "las pegas", hicimos palomitas con extra mantequilla, volamos en aviones que disparaban burbujas y chocolate, ofrecimos nuestro ya famoso servicio de masajes a los papás, cayó un rayo y por poco empieza a llover adentro del hospital; pero fue casi al final cuando me tocaron el corazón, llegué a la última sección de la sala de pediatría que íbamos a visitar y no sé cómo se me ocurrió jugar el rol de un cantante recién expulsado de La Academia y que estaba probando suerte en el hospital; tampoco sé como llegué a la idea de cantar "La del moño colorado" pero lo que me sorprendió fue ver como una bebita de menos de un año se alegró al escucharla y comenzó a mover los pies al ritmo de la música mientras su mamá la cargaba. Hubo coreografía por parte del Dr. Llulvius que empujó la propuesta con el baile norteño sensacional; pero no fue hasta que terminamos, cuando su mamá me dijo "es que es la canción que le canta su papá"... Increíble, me acariciaron el corazón y no tuve palabras para hacer catarsis de tanta felicidad.

Como ya es bien sabido, en la Risaterapia no vamos al hospital a ayudar a nadie, vamos a recoger alegría... Y me da gusto haber aprendido que yo soy el dueño de la mía.


"Deberían venir todos los días"
Papá de Oscar

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